Con Gustavo Petro, Gabriel García Márquez volvió a escribir

Por: Juan Carlos Herrera “El Escritor del Muelle”

   En cuanto a influencias literarias se refiere, muchos escritores han aprendido a escribir bien de tanto leer al que más hace leer. Este escritor también tuvo la suerte de tener buenos amigos, incluso ciertos que no lo conocieron. El hecho de que Gustavo Petro sea últimamente la persona que más nos trae a mente la imagen del Nobel de Aracataca, da la sensación de que influyeron mucho en su vocación política sus historias, una de ellas la del coronel Aureliano Buendía. Tanto es así, que en su campaña por la presidencia de la República de Colombia, los editores de Gabo daban gracias que este fenómeno político, la mencionara tanto en sus discursos. Las librerías registraban que nuevos ejemplares se vendían de esta novela, por Gustavo Petro a cada rato mencionar con micrófono sus mariposas amarillas.

   Desde que cursó sus últimos años de bachillerato en el liceo Nacional de Zipaquirá, Gabito pudo experimentar por primera vez en el mundo, la sensación que lo haría famoso: la soledad. Sus mejores amigos no eran tanto los compañeros de clases, sino los personajes de las novelas como El conde de Montecristo que en la biblioteca leía. Aún así, nunca imaginó que su paso por ese lugar, sería tan influyente como cualquiera de sus futuros libros. El espíritu que dejó, lo encontraría el otro muchacho costeño de Ciénaga de Oro.

   Con el paso del tiempo, Gabriel García Márquez comenzó a publicar sus primeros cuentos en El Espectador, a trabajar como periodista en El Universal de Cartagena de Indias y El Heraldo de Barranquilla, y hacerse amigo de esos lectores que casi jamás veía. Se fue por Europa, pasó hambre en París, volvió a Bogotá, trabajó con entusiasmo para la prensa de la Revolución Cubana.

   Mientras tanto, un 19 de abril de 1960 nacería otro colombiano que desde la costeñidad, seguiría sus pasos. Le pusieron por nombre Gustavo, aunque lo primero que vería fue la fría Bogotá. Cuando apenas cumplía siete años este descendiente de la Italia de Pietro Crespi, se publicaba en Buenos Aires, Argentina, la mejor novela de este mundo, titulada Cien años de soledad. En seguida, esa gran obra literaria cosecharía un gran número de lectores, arrastrándolos como el sol con más fuerza de gravedad. Por primera vez en la historia, la raza humana caía en cuenta de que también se podía hacer magia desde la propia literatura.

   Según Gustavo Petro, esta novela fue uno de sus inicios en la lectura: «El libro me lo entregó mi papá y recuerdo que fue una de las primeras ediciones con aquella portada en la que se veían pequeños abalorios como lunas, soles, campanas y calaveras, que seguramente provenían del desmantelado campamento de los gitanos. La lectura de Cien años de soledad me pareció mágica, porque me recordaba la costa Caribe como un rumor inconsciente, pues, hasta ese momento, mi referente cultural, el de mi primera infancia, era Bogotá».

   Sin embargo, también la realidad la cambiaban las élites y los periódicos, con más maestría que el mismo García Márquez. Periódicos de circulación nacional, de Bogotá, sabiendo que Rojas Pinilla había ganado la elección presidencial de 1970, anunciaron a la mañana siguiente en sus titulares: el conservador Misael Pastrana era el Presidente. Fue algo que desató en escándalo, pero en verdad, tal era el poder de la palabra, aunque fuera impresa. Personas como el niño Gustavo Petro, lo entenderían muy bien, hasta hacerse íntimo amigo de ella. A raíz de eso, desde el monte campesinos armados comenzarían también a cambiar la historia del país, para que no la siguieran escribiendo más los periódicos capitalinos.

   Por cosas del destino, Gustavo Petro estudió el bachillerato en el colegio ahora llamado La Salle, de Zipaquirá. Allí sintió más al ex alumno García Márquez, desde el punto de vista socialista.

   Por coincidencia, este fundaría la revista Alternativa, la primera publicación de izquierda en Colombia, otra de las lecturas alimentadoras de Petro.

   El 19 de abril de 1974, cuando el joven cumplía 14 años, nació el M-19. En el fondo, con la toma de decisión del samario Jaime Bateman y sus hombres, Petro debió interpretar que aquello tenía que ver algo consigo, como ya desde la niñez venía deduciendo que su vida tenía que ver algo con el caudillo liberal Gaitán, muerto un 9 de abril de 1948. Entonces a los 18 años, el segundo mejor ICFES del país decidió hacer parte del M-19. Su nombre de rebelde fue Aureliano, creyéndose de veras intocable ante las trampas de la realidad, como el personaje literario de Cien años de soledad.

   En cambio, su autor —el afamado universalmente Gabriel García Márquez—, viéndose en el fondo vulnerable, recibía un golpe de la derecha en el país: informado en Bogotá de que lo iban a capturar por supuestamente pertenecer al M-19, pidió asilo político en la embajada de México. Muchos dijeron que fue pura publicidad, para que se vendieran el millón de ejemplares de la primera edición de Crónica de una muerte anunciada, pero él, en cambio, lo hizo salvando la vida para un año después con esta, en Estocolmo, Suecia, recibir el Premio Nobel de Literatura.

Por su parte, Gustavo Petro Urrego, economista egresado de la Universidad Externado de Colombia, que llegó a ser concejal, comenzaba a vivir en el país sus años de soledad. Atrapado por soldados en Zipaquirá nada más por ser militante del M-19, conoció el horror de la tortura en el Cantón Norte; que la pesadilla era peor en la vida real que en los sueños, o que en la literatura. Supo que en el país había una dictadura, que era la única palabra que no mencionaban los medios. En serio, con las cosas malas que sufría, nunca podría olvidarse del país en que vivía. Cuando pasó lo de la toma del Palacio de Justicia por parte del M-19, él estaba preso en la cárcel Modelo, sintiendo que su vida solo valía lo que lo estado maligno decidía.

   La verdad es que desde ese momento, comenzó a entender más a su amada Colombia. Haber vivido en carne propia la crueldad de la justicia, le hizo comprender a todas las víctimas y pobres, a quienes de ahora en adelante iba a representar. Estaría en el monte una mente matemática como la de Newton, sería un guerrillero, sería el verdadero Aureliano que, sin darse cuenta, inspiró desde la máquina de escribir García Márquez. El de la ficción nunca llegó al poder, pero el de la vida real, al menos fue uno de los que hacía de todo por entregar las armas junto Pizarro y a Navarro, e instalar la nueva Constitución.

   Pero no solo eso fue suficiente: había que leerla. Por tal razón, corrió al congreso. Como Representante a la Cámara comenzó a hablar, que era el arma que siempre han querido tener los guerrilleros, por encima de los fusiles. Se nutrió de muchas cosas en el parlamento, pero cuando Gaviria dejó la presidencia, por la seguridad de su vida se fue a Bélgica, donde tomó conciencia del cambio climático, aunque luego volvió a Colombia y fue elegido Senador de la República. Hablando de todo contra los paramilitares que allí se sentaban con corbata, se volvió el congresista más famoso del siglo XXI, y pretendió por ello ser presidente. Compitió con Juan Manuel Santos, pero esa batalla Aureliano, como en Cien años de soledad, la perdió. Siendo entonces alcalde de Bogotá, recibiría la noticia sobre el único gran hombre que jamás pudo conocer en persona: Gabriel García Márquez.

   Era el colombiano más grande de todos los tiempos. Algunos piensan que el ex presidente Álvaro Uribe Vélez es quien más ha puesto personas en la Casa de Nariño, por Santos y Duque, pero la verdad es que empezando por Andrés Pastrana, hasta el propio Santos que terminó en la ideología de la paz macondiana, ahora faltaba Gustavo Petro para que desde el cielo el mejor novelista que tuvo la tierra, pusiera un tercer mandatario con su nueva forma de escribir.

   Con ese respaldo divino, Gustavo Petro trabajó de nuevo para ser presidente, y a pesar de ser un fenómeno de masas, cayó ante Iván Duque. Nadie está seguro de si fue por la falta de votantes, o por el “realismo mágico”, del que también son los máximos exponentes en la Registraduría Nacional.

   En 2022, Petro lo intentó por tercera vez, llenando las plazas, cautivándolas con magia, de una forma comparable solo como cuando Gabriel García Márquez escribía. En verdad, para muchos, las páginas de periódicos de esos días, las llenaba mejor Gustavo Petro. «Es Jorge Eliécer Gaitán», dijo alguien a mi lado, mientras lo veíamos hablar una noche en Riohacha, sin notar a Gabo en mí. «Que reclama justicia en una nueva vida, camuflado en el cuerpo del cordobeño». Lo cierto es que los discursos electromagnéticos de Gustavo Petro proponiendo la eliminación del hambre, reunían dos cosas casi imposibles de lograr: era el Gaitán que alguna vez contrariamente, impulsó a escribir bien a García Márquez cuando en los años cuarenta del siglo pasado, en el centro de Bogotá tronaba su oratoria raticida. No serían las armas, como Aureliano Buendía, sino la intelectualidad la que aplastaba, con que a última hora Petro se transformó en el otro Aureliano que jamás sospechó ser: Aureliano Babilonia.

   En efecto, como si hubiera hallado las claves de Melquíades, de pronto se dio cuenta de que el último Aureliano de Cien años de soledad, era el único ser de Macondo que triunfaba. Al descifrar los pergaminos, se convirtió en la mente que más llamó lectores, o en el presente, electores. Lo que sustentaba que Petro sí era él, quedaba claro: Aureliano Babilonia dentro de la novela, nació en Zipaquirá, y fue llevado a Macondo. En la vida real, Gustavo Petro nacía en Ciénaga de Oro (Macondo), y era llevado Zipaquirá, donde descubrió que la constitución anacrónica de 1886 haría desaparecer a la sociedad colombiana, más que las mismas balas de fusil.

Gustavo Petro y Francia Márquez, celebrando el triunfo electoral. Foto: cortesía.

 Como Presidente de la República de Colombia, Gustavo Petro tiene la ventaja de ponerse a leer masivamente la buena constitución de 1991, para que ahora sí suceda. En verdad, cuando los Aureliano leen algo en voz alta, comienza hasta a cambiar la brisa a los alrededores. Y él también, con la revelación angelical que es la vicepresidenta Francia Márquez, es un personaje vivo que inventó García Márquez. De ser así, a partir del 7 de agosto por siempre, y para siempre, como estirpes bendecidas con cien años de compañía, tendremos una segunda oportunidad sobre la tierra.

Biografía de El Escritor del Muelle

Juan Carlos Herrera nació el 8 de junio de 1979 en Riohacha, La Guajira, departamento de Colombia. Es autor del libro de cuentos Lo que hizo un colombiano por una visa, y de las novelas La bella mujer del narco, La novia e Historia de amor.