El biógrafo oficial de Francisco el Hombre

Ángel Acosta Medina. Foto: Cortesía.

Por: Juan Carlos Herrera “El Escritor del Muelle”

Ángel Acosta Medina es la persona que más recuerda que la leyenda es el resultado de tanto que se vive la realidad. Para él, y otros historiadores profundos, el mito de los pueblos es lo último que queda de ellos. Francisco el Hombre, en ese sentido, es la prueba más grande en el mundo de que nosotros mismos existimos.

   Natural de Monguí, el pueblo del mejor dulce de leche, y vecino de Machobayo donde Francisco Antonio Moscote Guerra pasó la mayor parte de su vida, Ángel Acosta jamás se imaginó que había nacido para rescatar lo mitológico. Es decir, para darle su lugar primero en la historia.

   Fue amante de la lectura desde muchacho, sobre todo de los periódicos que traía su padre de Riohacha. Incluso, él mismo fabricó uno mano, a punta de papel y lápiz, que llamaba tanto la atención en Monguí como los relatos que contenía.

   En cuanto a Francisco el Hombre, aún no lo escribía.

   Según él, una de las cosas que influyó para que quisiera ser el biógrafo de este rapsoda, fue la publicación en 1967 de Cien años de soledad, por la editorial Sudamericana en Buenos Aires, Argentina. En esta obra de Gabriel García Márquez, la leyenda de Francisco el Hombre terminó por triunfar. En verdad, ahora sin necesidad de los pobladores de Machobayo, el cuento llegaba a todos los lugares del mundo. Allí se narra su pelea con el diablo, al que derrotó gracias al manejo del acordeón, pero sobre todo a la sorpresa de la oración. En el capítulo tres se dice: Francisco el Hombre, así llamado porque derrotó al diablo en un duelo de improvisación de cantos, y cuyo verdadero nombre no conoció nadie, desapareció de Macondo durante la peste del insomnio y una noche reapareció sin ningún anuncio en la tienda de Catarino. Aunque parecía que ya aquel juglar muerto quince años atrás se iba para el olvido, de pronto la literatura lo recogió y lo convirtió en el artífice más famoso por siempre en la historia del vallenato. Era tan comentado su virtuosismo, que alcanzaba la inmortalidad, sin tener que bajarse nunca del burro para grabar un long play.

   Recuerda Ángel Acosta Medina, que la lectura de aquella novela lo marcó tanto, no tanto porque le daba el tema sino la técnica. Sin darse cuenta, algún día gracias a eso podía ser miembro prestigioso de la Academia Guajira de la Historia, al salvar la influencia de lo sobrenatural.

   Mientras estudiaba derecho en la Universidad Gran Colombia de Bogotá, acumuló información, tomó notas, ajuntó papeles, sabiendo que pronto todo aquello podría servirle para hacer sentir su teclado. Se veía feliz, porque el hecho de que investigara la historia del verdadero Francisco el Hombre, demostraba que la vida real que este tuvo, asombraba más que su propia leyenda. Fue el primer mejor acordeonero del mundo. Vivió ciento tres años, sin quejarse. Era un personaje universal de la literatura, como el mismo ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Lo único malo que es por su fama mundial, otros también reclamaban ser Francisco el Hombre.

   La novedad de que en Plato, Magdalena, estuvieran diciendo que Francisco el Hombre continuaba vivo, lo hizo despertar de tanto “realismo mágico”. Las voces de allá, apuntaban que un personaje macondiano tenía que estar respirando, para acabar de relatar que eso de la pelea con el diablo fue más real que los años. Francisco “Pacho”Rada, decía su hijo, era el principal candidato en quien se había inspirado el premio Nobel de Aracataca, para mencionar a un personaje trashumante en Cien años de soledad. El único que podía asegurar (aunque lo tocaran) si él mismo era de mentira, o de verdad. La fama de ser el verdadero Francisco el Hombre, hizo que Pacho Rada viera a su alrededor a más gentes. Y no tanto gentes que les gustara la música, sino también las historias. Entonces se ponía a tocar el acordeón Hohner rojo, y el gentío podía escuchar la idéntica melodía que hacía huir al diablo. En conclusión, según la parranda, en Santa Marta estaba viviendo y había de morir el hombre más inmortal en la tradición del vallenato.

   Ángel Acosta no podía creer que también a los muertos los atracaran. La realidad de que el Francisco que estaba enterrado en Machobayo no pudiera defenderse, hizo reaparecer en el cielo a los ángeles. Como periodista angelical, Ángel Acosta Medina comenzó a publicar su ira. Explicaba que Francisco Antonio Moscote, nacido en Galán y muerto en Machobayo, era el único Francisco el Hombre. En los periódicos Guajira Grafica, y Causa Guajira, escribió estas cosas, dando a entender que el acordeón alemán entró por Riohacha, y lo recibió el primer Francisco que nació para él. Periódicos como El Espectador, de Bogotá, reprodujeron eso y le dieron buena fama a la leyenda, y también al biógrafo genuino de ella.

   A raíz de eso, se generó una polémica en el país. Por fortuna, sirvió para que gente en Valledupar como Consuelo Araújo Noguera hablaran, más que todo, del juglar de La Guajira. Rafael Escalona escribió sobre Francisco el Hombre, y aclaró que alguna vez en su juventud, él mismo fue a Machobayo a conocer a ese señor de color negro fumador de tabaco, que tuvo más música que el diablo. Con ello quedó claro que existió, y que su talento le alcanzó no solo para entonar con miedo el credo al revés, sino para darle más reputación al propio acordeón. El superdotado acordeonista Francisco “Chico” Bolaño fue y lo vio, y por ello no se sintió con derecho de decir que él también era Francisco el Hombre. Luis Enrique Martínez lo saludó, y le pareció que con su forma de tocar el acordeón podía derrotar al olvido por todos los tiempos de los tiempos, tal como sucedió. En fin, gracias a la mentira confiscada del hijo de Pacho Rada, en adelante los jóvenes que querían aprender música cogían sobre todo los caminos de La Guajira.

   Por su parte, Ángel Acosta Medina publicaba en 1992 el libro El verdadero Francisco el Hombre en Barranquilla, quedando a la vez para siempre como su biógrafo oficial. Ahora las personas que querían conocer mejor a Francisco, se metían en su texto. Al salir, decían cuán era real. Desde ese momento bajó la controversia, y más fue gente a Galán, por ser la cuna a la que más le debía la música de acordeón. Gracias a eso, quedó confirmado que Francisco el Hombre fue ante todo un tipo guajiro, hijo de esclavo.

   En Riohacha, levantaron una estatua donde quedó demostrado que la fantasía es mejor si da sombra en la realidad. Era increíble ver que alguien que jamás dejó un disco grabado, tuviera más fama que un talento vivo. Porque según algunos que lo conocieron, Francisco el Hombre tocó el acordeón más que cualquier otro hombre. Todavía hoy, nadie ha podido cumplir un siglo entero abriendo y cerrando ese aparato musical.

   Cinco décadas después de su muerte, moría apenas a los noventa y seis años Pacho Rada en Santa Marta. El canal Caracol de Bogotá, con su noticiero, sabía que una mentira que se disfraza de verdad atrae más televidentes. Fue así la primicia: «Murió Francisco el Hombre». Para los pocos conocedores de la realidad, les asombró de todas maneras que el músico más popular del vallenato, solo hasta el día de su muerte recordaba que hasta hace poco estuvo vivo. Es decir, olvidado y mencionado más por la fama del otro Francisco, que por las cosas magistrales que hizo él mismo al entrar a un estudio de grabación, tocando y cantando La lira plateña. De esa manera, quedó más la confusión de los dos Francisco.

   Entonces como uno de los cofundadores del Festival Francisco el Hombre en Riohacha, Ángel Acosta Medina llegó a la cumbre de la aclaración. Mediático a nivel nacional e internacional ese evento magno, el mundo entero le daría la razón a La Guajira. Fue por allí donde entró el acordeón, e hizo vivir más de cien años de compañía al épico trotamundos. Tan cierto es, que conocer más su vida pasada es lo que arrastra a tantas personas a ese festival a orilla del mar.

   En vista de eso en el cementerio de Machobayo, hicieron con arte un mausoleo vistoso, que visitan muchos peregrinos. Un triunfo después de muerto, aunque menos grande que el que tuvo en vida, el cual llevó a Francisco Moscote a ser el único hombre tan reconocido, como el mismo acordeón.

Biografía de El Escritor del Muelle

Juan Carlos Herrera nació el 8 de junio de 1979 en Riohacha, La Guajira, departamento de Colombia. A los quince años de edad comenzó a escribir en la máquina de su padre, al principio no tanto por ser un profesional de la escritura sino para parecerse a él. Fue entonces tantas veces por la tarde a la playa, frente a las olas y al lado izquierdo del muelle de madera de su pueblo, hasta darse cuenta de que era “El Escritor del Muelle”. De esa manera, solo miraba lo que sucedía en el mar Caribe. Inspirado por aquella mágica región, Juan Carlos Herrera “El Escritor del Muelle” obtuvo la visión de cuán grande haría de ahora en adelante la literatura. Es autor del libro de cuentos Lo que hizo un colombiano por una visa, y de las novelas La bella mujer del narcoLa novia e Historia de amor. Relatar le mueve, y basta apenas leerlo, para enterarse de que es la mejor forma como aparece en el mundo.

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