El modelo ‘ratero’ que nos gobierna

El abuso del poder conlleva a una alta impunidad, puesto que todo aquel que esté arropado por este se cree intocable. Foto: Cortesía.

CRÓNICA POLÍTICA – POR CARLOS HERRERA DELGÁNS

Las redes digitales se convirtieron en un campo de batalla. Ataques, amenazas e insultos radiactivos elevan el tono a medida que se acerca la fecha de elección. Sin medir las consecuencias del contenido publicado, el cual llega por inercia a los adolescentes que se ven atrapados en el fuego cruzado. De ahí el poco interés de estos por la actividad política

¿Por qué seduce tanto el poder?

Quienes alcanzan el elixir del poder aseguran que este embriaga y transforma a quien lo ostenta. Da superioridad ante sus súbditos y demanda obediencia. En la mayoría de los casos, se abusa de este sin medir consecuencias. Caso de Colombia, en la que las elites generación tras generación heredan el poder, para extender el abuso. Especie de monarquía presidencial.

Situación recurrente la cual personifica el estribillo de que la política en el país la dominan cinco familias de la alta sociedad. Históricamente el refrán se ha asentado para convertirse en una barrera imbatible de superar. Sin embargo, la dinámica de la actividad política por ser cambiante, inodora e incolora da unos sacudones inesperados para colocar abajo los que están arriba y los que están arriba abajo. De ahí el dicho: “Cuando vayas subiendo trata bien a los de abajo, porque de regreso los encontrarás”

Aferrados al poder

Desde que la política se volvió el mejor de los negocios, por los enormes dividendos que arroja, para dejar de ser un servicio a los ciudadanos, las elites e inversionistas derrochan grandes sumas de dineros para aferrarse al poder. Cada vez es más la gente que invierte sus capitales en campañas electorales para participar de las bondades en la repartición del presupuesto oficial. Desde entonces, el narcotráfico llegó para quedarse en la actividad política por las toneladas de dinero que lava producto de su actividad ilícita. De ahí, que muchos políticos estén pringados con dineros calientes de las mafias, los cuales permearon también el poder judicial.

Se dice con frecuencia que el poder legislativo camina de la mano con el poder judicial. Casos sobran. Sin embargo, cuando estos se sacuden las consecuencias son fatales. El sonado caso del Cartel de la Toga, en el que políticos, congresistas, alcaldes, gobernadores, altos funcionarios etcétera, se vieron favorecidos por fallos judiciales a cambio de enormes sumas de dinero. Al destaparse la olla putrefacta, los resultados salieron a la luz pública, para bien de la institucionalidad. Hoy las demandas que se impetran ante los altos tribunales por actos de corrupción u otros presuntos delitos, son investigadas rigurosamente para ser falladas en derechos y no de acuerdo a privilegios.

El abuso del poder conlleva a una alta impunidad, puesto que todo aquel que este arropado por este se cree intocable. Caso del Gobierno Nacional al tener el dominio absoluto de la Procuraduría, Contraloría, Fiscalía y Defensoría del Pueblo y de ñapa el Congreso de la República, donde la corrupción galopa y goza de los más grandes privilegios habidos y por haber.

Cambiar de raíz esa realidad demanda más que un gobierno por lo arraigado en que está la corrupción, la cual se pasea como un espectro por las esferas del Estado, bendiciendo lo indebido, lo cual se ha vuelto un hábito difícil de extirpar por falta de voluntad política. Quien puede combatir enérgicamente los actos de corrupción para hacerle frente a la impunidad, no puede ser alguien que enarbole las banderas del continuismo, por la sencilla razón que éste llegará a cambiar nombres y no el modelo de gobernar, principal mal de la institucionalidad, la cual arrodillaron para sus intereses mezquinos y perversos.

Es la lógica que plantean analistas que después de un minucioso estudio llegaron a la conclusión que un gobierno continuista encajaría en aquel famoso estribillo que corean las elites: “Que todo cambien, pero que todo siga igual”.

Son los candidatos anticontinuismo los que vienen planteando cambiar ese modelo perverso de feriarse los recursos públicos para robárselos, para posteriormente gozar de los mayores privilegios de impunidad. El Estado Ladrón del que tanto habló el exvicepresidente de la República Carlos Lemos Simmonds.

El desgaste del modelo ‘ratero’ de los dineros del erario es lo que tiene desgastado y aniquilado a los gobiernos de turno, el cual tocó fondo. Casos aberrantes los brotes de corrupción a doquier, los cuales se han irrigado nivel departamental y municipal. Para solo mencionar uno, el de la exministra Abudinen, el cual dan ganar de regurgitar.

El último de los malos ejemplos del presidente Duque, catalogados como el más abominable, la caída de la reforma a la Ley de Garantías, en el que el Gobierno Nacional liberó billonarios recursos para que se suscribieran, en plena campaña al Congreso de la República, convenios interadministrativos, que, según el presidente, era para reactivar la economía. Enhorabuena, la honorable Corte Constitucional declaró inconstitucional (Sentencia C-153 de 2022) el artículo 124 de la Ley del Presupuesto General de la Nacional para tumbar el adefesio orquestado por el gobierno, el cual fue escoltado por las bancadas en el parlamento.

Tres de los cuatro candidatos más opcionados, Petro, Hernández y Fajardo, de acuerdo a las últimas encuestas de intención de voto, a ser elegido presidente de la República, tienen como prioridad cambiar el modelo de gobierno, que se traga toda la plata del presupuesto oficial para dejar zozobra y caos acumulados para después.

El perro garrapatoso al bañarlo se revuelca de ardor en el suelo por los efectos del veneno aplicado. Igual es el efecto que sienten los corruptos al ver amenazados sus privilegios con la llegada de un nuevo gobierno. Lo que vienen planteando los tres candidatos anticontinuismo, de ser elegido presidente de la República, es desmontar el anacrónico modelo de privilegios reinante en las esferas del Estado. Es la prioridad.

Los últimos días de la campaña presidencial serán los más difíciles que recuerde los ciudadanos. Los intereses que se juegan, no tanto por el nuevo gobierno que llegue, sino por los que se aferran al poder al ver amenazado los privilegios otorgados por el gobierno de turno.

Dios quiera que la situación no pase de un simple acaloramiento de campaña a hechos que tengamos que lamentar, por las pasiones y odios que generan la actual contienda presidencial.