¡Es la inseguridad, estúpido!

El alcalde distrital y la Gobernadora del Atlántico siguen sin resolver uno de los problemas que más mortifica a la comunidad: la inseguridad. Los más de 85 asesinatos que van en lo corrido del tercer mes del año es una muestra de la crítica situación, la cual tocó fondo.

La falta de inversión social en los sectores donde se genera la delincuencia ha sido nula. Mientras exista la materia prima las organizaciones criminales reclutarán jóvenes sin ninguna esperanza de encontrar oportunidades en la formalidad. Las autoridades lo saben y desvían la atención con pañitos de agua tibia. Entretanto, los presos y los muertos seguirán colocándolos las familias humildes de los barrios populares.

La lucha contra la criminalidad se perdió desde hace muchos años, cuando se implantó la política de represión, aniquilación y cárcel. Desde entonces, vemos los cementerios atiborrado de delincuentes abatidos y las cárceles en completo hacinamiento, sin que el problema se resuelva o se tenga contra las cuerdas a los bandidos. Sumado a esto, el aumento de la violencia intrafamiliar, al salirse de cause, precisamente por mantenerse por costumbre el modelo ultraconservador, en decadencia.

Lo que menos piensan los gobernantes de turno es disminuir la pobreza y la miseria, las cuales retroalimentan el desempleo y este a la vez dispara la tasa de informalidad, que en Barranquilla se ubica, según el último reporte del DANE, por encima del 59 por ciento.

Los alcaldes que han gobernado la ciudad han tomado como modelo para golpear la delincuencia y sus diferentes modalidades, la represión, la aniquilación o la cárcel. Sistema que con el tiempo se ha debilitado, toda vez que los resultados no acompañan a las autoridades, puesto que los delincuentes se reproducen a medida que la pobreza y la miseria aumentan también. Uno depende del otro. Es como si las autoridades predijeran lo que va a suceder, al dejar crecer el enano para atacarlo después, destinando miles de millones de pesos para combatirlo. Al final este alcanza un tamaño gigantesco sin posibilidad alguna de derrotarlo.

No hay peor ciego que el que no quiere ver, las estadísticas son frías, pero son las que arroja los resultados con lo que operan las autoridades, las cuales indican que el sistema colazo, al seguirse implementando tercamente, sabiendo que no ganará la guerra a la delincuencia por mucho que trate de intimidarla. El aumento del pie de fuerza y las grandes inversiones en armas, vehículos y tecnología, han servido únicamente para aumentar la burocracia inoficiosa.

En dieciséis años al frente de los destinos del distrito la Casa Char no muestra resultados alentadores frente a estos agentes perturbadores de la tranquilidad ciudadana. Los problemas estructurales de la ciudad siguen coleando y vivitos. Solamente hay que revisar por un momento las estadísticas de las entidades como Barranquilla Cómo Vamos y el Observatorio de Seguridad de la universidad del Norte, para convencerse que la ciudad dejó de ser el mejor vividero del mundo, por mucho que los medios de comunicación oficialistas quieran tapar.

Mientras la miseria, la pobreza, la desigualdad, la informalidad y la inseguridad sigan en ascenso la delincuencia se reproducirá como conejo y las organizaciones criminales reclutando jóvenes de los barrios populares por un sueldo que el Estado no ha sido capaz de garantizar.

Seguiremos observando la comedia de la policía persiguiendo al ladrón para capturarlo y colocarlo a disposición de las autoridades competentes. Horas después es liberado por el hacinamiento en las cárceles o en las carceletas de la URI. De esta manera, los delincuentes seguirán delinquiendo y la policía persiguiéndolos para capturarlos y ponerlos a disposición del fiscal del caso. Modalidad de nunca acabar.

Llegó el momento de revisar el viejo y envejecido sistema de enfrentar la delincuencia, el cual a servido únicamente para despilfarrar miles de millones de pesos de los impuestos que pagan los ciudadanos, lo cual no ha sido la solución para garantizar seguridad y convivencia a la ciudadanía que tanto anhelan, como tampoco ha servido para que los padres que viven en los barrios populares dejen de llorar a sus hijos, víctimas de esta barbarie.

El próximo alcalde que elijan los barranquilleros no puede seguir con este sistema inequitativos y obsoleto, que lo único que ha servido es para generar dolor y sufrimiento, más no justicia, toda vez que los estratos populares llevan la peor parte, al colocar los muertos y los presos, mientras los estratos altos permanecen en completa indiferencia.

No se puede seguir con la estupidez de seguir destinando los dineros públicos en estrategias fallidas para combatir la delincuencia, que de antemano se sabe los resultados a arrojar: más muertos y más capturados. Más bien, hay que darle un vuelco a la inversión, para destinar los recursos que sean necesarios para garantizar calidad de vida a los sectores marginados de la ciudad y experimentar de esta manera la rehabilitación de seres humanos olvidados por el Estado. Es el camino a seguir.

No solamente represión, aniquilación o cárcel es lo que se le puede brindar a los sectores populares, sino algo más que eso, inversión social para contribuir en sacarlos de la miseria, pobreza, desigualdad, informalidad y desempleo. De permanecer el viejo sistema imperando seguiremos viendo la cadena hereditaria de los males de la sociedad, enquistados en los sectores populares.

El próximo 29 de octubre será decisivo para que los electores elijan entre dos tipos de alcalde: el de la continuidad en la represión, aniquilación o cárcel para los delincuentes, o el de la inversión social para exterminar de una vez por todas con estos males de la sociedad que nacen en los sectores de pobreza y miseria de la ciudad.