Un fantasma ronda el Hospital General de Barranquilla

Fachada del Hospital General de Barranquilla, el cual se encuentra en remodelación por la Alcaldía distrital.   

CRÓNICAS – POR CARLOS HERRERA DELGANS

Desde que tengo memoria, he escuchado a varias generaciones referir la historia del espectro de la monja del Hospital General de Barranquilla. Es una de las leyendas alucinantes donde la aparecida divaga en el tiempo sin saber realmente qué busca. Lo que se ha sabido, por lo que han manifestado muchas personas, es que la han visto orar al lado de los enfermos deseando su pronta recuperación. No es un espíritu maligno sino misericordioso que pide por medio de la oración la convalecencia de los menesterosos. Sin saludar y sin preguntar por el estado de salud del enfermo, el ánima de la monja reza sin el más mínimo movimiento. Una vez ha terminado la plegaria desaparece sin dejar rastro alguno.

     Turbado por la leyenda que me daba vueltas en la cabeza, decidí lanzarme a la aventura de explorar como arqueólogo un fenómeno que se ha ido esfumando en el tiempo por las remodelaciones que ha sufrido el centro asistencial, que en la época de los años 80 mostraba un aspecto de castillo medieval. Paredes húmedas, envejecidas y carcomidas por el tiempo y un techo en pésimas condiciones en el que se veían a plena luz del día gigantescos murciélagos batir sus alas de un lugar a otro buscando la mejor posición para atacar. Me dio la impresión que estaban rondando como buitres cuando saben que hay un animal agonizando y esperan el último suspiro para descender y saciarse del cadáver. Era el entorno ideal para las apariciones paranormales. 

     Recuerdo que la segunda vez que estuve en el hospital, eran las dos de la tarde del año 2003, se me puso la carne de gallina. Me sentí más inseguro adentro que afuera. Su aspecto era espectral. Habitaciones en completo hacinamiento y condiciones médicas inhumanas. No parecía el lugar ideal para salvar vidas sino todo lo contrario, dejar morir a su suerte a los internos, que al verles sus rostros moribundos sentí que se estaban despidiendo al inframundo. La capacidad hospitalaria estaba agotada. Vi un pabellón con muchas camas ocupadas por enfermos de bajos recursos económicos, entre los cuales se encontraba el nuestro. Presumo que ellos estaban arrumados en ese sitio escabroso, mientras que los de mayor capacidad eran atendidos en las mejores habitaciones. Una vez vimos al paciente reanimado, salimos como alma que lleva el diablo para tomar un taxi y perdernos en los vericuetos de la ciudad.

     Quienes han visto el ánima de la monja la describen como una mujer de estatura alta y de tez blanca, y con una vestimenta litúrgica color blanco: una túnica sujeta por un ceñidor, toca sobre la frente y manto que le cubre la cabeza hasta los tobillos, que deambula con un rosario y una cruz entre las manos por los pasillos, el jardín y las salas de cirugía y maternidad del centro asistencial, no para asustar a sus víctimas sino para orar por la recuperación de los enfermos.      

     A celadores, médicos, enfermeras y pacientes se les ha aparecido en las horas de la madrugada y de repente desaparece misteriosamente como si volara o atravesara las paredes. Es el alma de la hermana Hortensia, que según la leyenda murió de un ataque cardiaco pocos días después del fallecimiento de una meretriz en la sala de partos, la cual cuidaba como si fuera su propia hija. La impresión por la muerte de la mujer de placeres la impactó tanto que entró en un estado depresivo, hasta producirse su deceso. Desde entonces, un ánima en pena ronda el centro asistencial, donde se han escuchado los más asombrosos testimonios, los cuales la Iglesia Católica desmiente, acerca de que la han visto al pie de las camillas de los heridos que ingresan por la sala de urgencias orando por su pronta recuperación.

     Otros dicen que es el espíritu de la madre Victorina, quien trabajó en el hospital hace más de medio siglo y cuyos restos mortales reposan en uno de los nichos de la capilla del centro asistencial.

     No es un espectro cadavérico, de manos y cara huesudas, cabellos alborotados y túnica blanca que levita para perseguir a sus víctimas y saciar su sed de venganza, todo lo contrario, se aparece de la forma más normal en las horas de la madrugada a servirles un té a los médicos en las extenuantes jornadas laborales. Quienes aseguran haberla visto dicen que es una persona común y corriente que no tiene aspecto de cadáver y menos de espíritu, aunque esas personas como esos enfermos que oró no pudieron entablar una conversación con ella o saludarla con una sonrisa de agradecimiento por el servicio prestado por sus desapariciones misteriosas.

     Testimonios fehacientes sostienen que a la monja se le veía con la barbilla clavada en el pecho, el rosario y la cruz entre las manos rezando. Les dio la impresión de que sufría o estaba pasando un mal momento. No le lograron conocer el timbre de voz como tampoco un saludo. El señor Ángel Suárez, empleado de la morgue del centro asistencial dijo que la única vez que la vio, después de tantos años de trabajar en el hospital, fue el día que iba subiendo las escaleras y ella bajaba.

      —Ni me saludó ni la saludé, por la seriedad que llevaba, pero tampoco sentí miedo —dijo—. Con seguridad que era una monja por la vestimenta que llevaba puesta, no un espíritu.

     Otra de las experiencias que dan fe de su aparición es la del galeno Jesús Flórez, quien se encontraba en turno un día cualquiera en las horas de la madrugada. De esta manera la testimonió:     

     —A urgencias del hospital ingreso un indigente gravemente herido, producto de una riña, a quien le propinaron una contundente herida con pico de botella. Al saturarle la herida, lo dejé en la camilla y salí a buscar un café. Al regresar vi a la monja con un rosario y un Cristo entre las manos orándole al indigente. Cuando salí a avisarle al celador por la presencia de la religiosa, ya no estaba —dijo. El hombre de la calle aseguró al médico que la monja estuvo orándole, sin lograr cruzar palabras con ella.

     La presencia paranormal de la monja no ha podido ser explicada por nadie, a excepción de algunas declaraciones de uno u otro sacerdote que han manifestado que no es posible la aparición de un fantasma o espíritu, y que los relatos de la gente son pura superstición. Existen muchas teorías que sostienen que cuando morimos nuestras almas deben ‘cruzar’ la luz para poder descansar en paz.

     La psiquiatra Sabrina Jenkins sugiere que las creencias juegan un papel importante no solo en los aspectos de nuestra vida, sino también después —de la muerte. Así lo sostiene:

     —Si la persona era religiosa puede ser que crea que ha cometido muchos pecados imperdonables por Dios y no es digna de pasar al otro plano.

     ¿Realmente es un fantasma? Los que han logrado verla de cerca dicen que no es un espectro traslúcido, parecido a un fantasma de las películas de terror, sino que esta es de carne y hueso, que no levita en el espacio, sino que camina como cualquier persona común y corriente. En su travesía por los pasillos al igual que bajando las escaleras del hospital tiene el aspecto de una monja como de cualquier convento. Con una misión específica de servir al necesitado.

     Dice la leyenda que en los años 50 vino una orden de misioneras al Hospital de Barranquilla a prestar sus servicios humanitarios a los enfermos, entre las que se encontraba la novicia Hortensia, a quien se le entregó la responsabilidad de atender a las mujeres de placeres que llegaran al centro asistencial. Una de ellas estaba en estado de gravidez tuvo la mejor atención por parte de la religiosa que la cuidó como si fuese su propia hija. Aseguran que le cogió tanto cariño que se desvelaba por ella. El día que la ingresaron a la sala de partos su estado de salud se fue complicando y los médicos no pudieron hacer nada para salvarle la vida. Hortensia entró en un estado de depresión, días después murió de un ataque cardiaco. Nunca se supo si la criatura de la meretriz nació viva.

     Desde los años 80 cuando hizo su primera aparición, el espíritu de Hortensia divaga por los pasillos del centro asistencial, buscando nadie sabe qué. Se le ve con mucha frecuencia en la sala de partos, tal vez por los felices recuerdos que le trae el ingreso de la meretriz para parir su primer hijo.

     La leyenda de la monja del Hospital General de Barranquilla tiene una relación coexistencial con los relatos de fantasmas del escritor británico Charles Dickens, quien en sus narraciones sobre estos fenómenos combina magistralmente la realidad con la ficción al dejar la duda al lector de si realmente el espíritu del relato es real o pura imaginación del autor. En el caso local, muchos dicen, puesto que la vieron de cerca, que las apariciones misteriosas de la monja Hortensia son reales, de lo cual no hay la mínima duda (Texto tomado del libro de crónicas Los muertos de nadie).