La mecánica política desde tiempos inmemoriales hasta nuestros días no ha sufrido mayores cambios. Se maquilló, pero las morisquetas siguen siendo las mismas. Se pensó que con la Constitución de 1991 las malas prácticas de hacer la actividad se desterrarían del país para que los colombianos vivieran en el maravilloso paraíso de la fantasía. 31 años después, la experiencia ha sido frustrante. Los antipolíticos con el tiempo regresaron al viejo país para seguir haciendo de las suyas, así sea, desde las cárceles.
Ciudadanos de a pie preocupados por la situación política y social de Colombia se me acercaron a preguntarme a quemarropa: ¿qué opinas de los políticos, siendo usted un dirigente político? Interrogante que debemos absolver para dar una respuesta sensata y calmar la ansiedad de los ciudadanos, que mirándolos fijamente a los ojos se vislumbra una gran frustración, puesto que extraviaron lo último que puede perder un ser humano: la fe.
Para dar respuesta a este interrogante tenemos que diferencias entre dos tipos de políticos. El de profesión y el de vocación. El expresidente Alfonso López Michelsen (q.e.p.d) los define magistralmente de la siguiente manera: “El primero como aquel en que es muy hábil en el manejo de las combinaciones que necesariamente deben realizar quienes deciden abrirse camino en la vida pública, el segundo ante todo un hombre o una mujer, capaz de avizorar el futuro”.
A Colombia la viene dominando, terminando sus últimos días la Constitución de Núñez hasta la vigencia de la actual carta, el político de profesión que no ha dejado de ver como un gran negocio llegar a las altas esferas del poder, sin importar que aspire a cargos, ya sea por elección popular o por designación, sino por intermedias personas al que le colocan en los ojos un cintillo de color negro azabache para que obedezca ciegamente lo que se le imparte. De esa manera se distribuye el presupuesto oficial a quienes invierten más dinero en la campaña, no el candidato que obtenga más votos. De acuerdo a la inversión, así será su participación.
Muchos los han calificado como los negociantes de la política por las sumas exorbitantes de dinero que invierten en las campañas. Caso de la excongresista Aida Merlano, para tomar como referencia un caso, donde su campaña gastó miles de millones de pesos para salir electa. No logró recuperar la inversión y las ganancias por el escándalo de la compra de votos del sonado caso de ‘Casa Blanca’, donde fue condenada por la Corte Suprema de Justicia. Los financiadores se encuentran, unos ad portas de que se le dicte sentencia y otros en instrucción.
Los políticos de vocación no han tenido la oportunidad de acercarse o llegar al poder, puesto que el primero no lo ha permitido por el peligro que representa a sus intereses, en el que las autoridades han sido cómplices por estar arropadas con el mismo poder. Un sistema atrancado por dentro y cerrado con candado por fuera. De ahí que las tres ramas del poder público en Colombia apestan, por los altos niveles de corrupción que las carcome. De ahí hacía abajo nadie se salva.
Los políticos de profesión depredaron las instituciones del Estado Social de Derecho para volverlas ineficientes e inviables y justificar de esa manera la privatización. De ahí que los particulares reemplazaron la función del Estado para ofrecer servicios públicos. Es lo que vemos a lo largo y ancho del país, congresistas y élites revestidas de las funciones del Estado, sin control alguno.
Un presidente de la República de la misma calaña coadyuvado por un Congreso integrado por los más perversos políticos profesionales del país se repartieron los dineros del erario para convertirse en amos y señores de este indolente país que no aprende de sus errores. Los servicios esenciales los cuales dependen los ciudadanos para su existencia, se les entregó en bandeja de plato a los emporios económicos para que los manejaran a su antojo. Es el desastre que vemos en educación, salud, servicios públicos domiciliarios, seguridad, movilidad etcétera.
Hoy cuando se habla de reemplazar el sistema privatizador por el de estatización se escandalizan más los beneficiarios del servicio, a pesar de los altos costos, que los mismos que se lucran de este, que no deja de darles limosnas para anestesiarlos. Viene al caso la metáfora de la gallina desplumada, donde el dictador soviético Iósif Stalin en una reunión con la cúpula militar experimento un aterrador caso: “Con una mano sujetó el cuello de una gallina que le habían traído y con la otra la iba desplumando. El ave por mucho que trató de liberase no pudo. Cuando terminó de arrancarle la última pluma la colocó en el suelo mientras sostenía en la otra mano un puñado de trigo. Les dijo a los asistentes: observen lo que va a suceder. Cuando la soltó empezó a regar el trigo a su alrededor a lo que la gallina acudió picoteando cada trigo en el suelo. Los militares perplejos observaban como la gallina desplumada perseguía al dictador a medida que este iba arrojando un grano de trigo. Stalin les dijo: así de fácil se gobierna a los estúpidos. Vieron como me persiguió la gallina a pesar del dolor que le causé”.
Moraleja: Así son la mayoría de los pueblos, olvidan fácilmente lo mal que pueden haber administrado sus presidentes, o sus gobernantes, o sus políticos, a pesar del dolor que les causen, por el simple hecho de recibir un regalo barato o algo de comida para uno o dos días se someten y vuelven a doblegarse por el gobierno de turno.