
Al encender la pantalla chica para ver en directo el consejo de ministros de la Presidencia de la República los petristas pura sangre quedaron petrificados al observar detenidamente, de no creer, al lado izquierdo del presidente de la República vestido con saco color azul triste, camisa azul clara y corbata azul oscuro y un rostro de espantapájaros, el exembajador en la FAO Armando Benedetti. El mismo que meses atrás, finales de junio de 2024, protagonizó un escándalo mayúsculo con su señora esposa Adelina Guerrero Covo, al agredirla en su residencia en Madrid, España. La Cancillería al confirmar la información reaccionó ipso facto y abrió investigación disciplinaria contra el funcionario de la que no se conoce su estado. Si continua o se archivó.
No solamente ese sonado caso, sino también los que se conocieron en la Embajada en Venezuela y los protagonizados con la exjefe de la DAPRE Laura Sarabia, quien recomendó para el cargo y después se declaró república independiente, hoy Ministra de Relaciones Exteriores. Días después, Benedetti reconoció al salirse de camisa tener problemas con el alcohol y las drogas. El presidente Petro para mitigar la tormenta borrascosa con vientos de 110 kilómetros por hora lo designó embajador en la FAO.
El consejo de ministros cogió con los pantalones y faldas abajo a los altos funcionarios del gobierno al desconocer que se transmitiría en vivo y en directo la reunión. La sorpresa fue mayor al congelarse la sangre al ver al exembajador Benedetti sentado al lado del presidente Gustavo Petro, al anunciarlo como nuevo jefe de despacho. Como si los apósteles estuvieran a la derecha y Judas Iscarriote, el traidor, a la izquierda. Si bien la designación no cayó nada bien entre las huestes petristas el jefe de Estado está pensando en recomponer las fuerzas en el Congreso de la República deterioradas por la falta de un verdadero interlocutor que timoné en los momentos difíciles el tramite de los proyectos, a pesar del esfuerzo realizado por el ministro Cristo. Busca el jefe de Estado unas relaciones amistosas en un año preelectoral donde está en juego las principales reformas del gobierno.
Benedetti, viejo zorro de la política tradicional, al igual que Roy Barrera y Juan Fernando Cristo, conoce al dedillo la menucia política del Congreso de la República al nadar por muchos años en sus aguas. Llega en un momento difícil para el Gobierno Nacional donde las relaciones con el legislativo se encuentran deterioradas por el enfrentamiento entre el presidente Petro y las diferentes bancadas, algunas en su momento aliados, hoy distancias, y otras en la orilla de la oposición. El actual equipo de gobierno no ha encontrado la fórmula de extender puentes para un acercamiento entre el legislativo y el gobierno para que las relaciones fluyan y avancen las reformas presentadas. No es que no guste a muchos opositores los proyectos, sino que no ha habido química en la reciprocidad. Cuando se trata de poder las relaciones deben ser de intercambio. Es decir, los congresistas no discuten ni aprueban proyectos por muy romántico o definitivos que sean para la población. La estructura para mantener las organizaciones políticas es costosa y la única forma de sostenerla es mediante la burocracia y los contratos del Estado. Es una vieja y perversa costumbre en la que siguen nadando la mayoría de los partidos con asiento en el legislativo, caso de los congresistas tradicionales, a los que les cuesta conquistar un voto de simpatía o de opinión para elegirse. Una campaña al Congreso de la República es costosa, más a Senado, donde el candidato tiene que desplazarse con sus equipos de trabajo a las regiones a conquistas el voto. La mayoría acude a la transacción del sufragio, de lo contrario no tendrían ninguna posibilidad de salir electo.
Es el muro de contención con el que se ha tropezado el Gobierno Nacional al lidear con viejas costumbres políticas arraigadas, que no se erradicaran en este periodo y en los siguientes, hasta tanto no se supere la desigualdad, la pobreza y la miseria en el país, de la que se valen los políticos corruptos para amarrar su caudal electoral.
El principal obstáculo encontrado por el presidente Petro y sus ministros, era sabido, es lidiar con las viejas y asquerosas costumbres politiqueras al estar preavisado que si no hay participación en el gobierno no hay aprobación de los proyectos. Típico chantaje con los que se encontraron los ministros de la línea petrista al declararse anticorruptos al atrancar la puerta por dentro y asegurarla con candado por fuera. De esa manera se han paralizado las principales iniciativas reformistas del gobierno del presidente.
Para salir del atolladero pantanoso el mandatario, a año y medio de finalizar su periodo, ha llamado a uno de sus principales aliados para reagrupas las fuerzas políticas en el Congreso de la República que acompañaron al hoy presidente de la República en su elección y en la aprobación de la reforma tributaria de 2022.
No gusta mucho a los técnicos del Gobierno Nacional el nombre de Benedetti por su personalidad y excentricidades, pero la clase política que domina las mayorías en el Congreso de la República lo ve como su tabla de salvación ad portas de unas elecciones congresionales, donde el costo es monumental para reelegirse, y según muchos de ellos, no están dispuesto a sacrificar su patrimonio familiar para ir a una aventura incierta. Es sabido que la mayoría se reeligen con dineros del erario mediante la adjudicación de jugosos contratos a sus testaferros y la abundante burocracia para ubicar a sus amigos, en esta oportunidad no cuentan con esas prebendas por lo que varios han anunciado no aspirar a la reelección en 2026.
El presidente Petro se juega su proyecto político, no el puesto de un ministro, por lo que es irrelevante la rebeldía de varios de ellos al incomodarse por la designación del principal aliado del jefe de Estado. Suficientemente claro, para recordar el famosos refrán popular que dice: “Donde manda capital, no manda marinero”.