
Debajo de un frondoso árbol de almendros de frutos dulces a escasos metros del puente peatonal del Sena de la calle 30 percibí de cerca el fervor de miles de personas al desembarcar de buses urbanos, interdepartamentales, vehículos particulares y motocicletas con la finalidad de participar de la marcha convocada por el Gobierno Nacional en apoyo a sus reformar sociales que hacen tránsito en el Congreso de la República.
Los minutos transcurrían y el sol hirviente apretaba para observar el rostro de los marchantes tornarse rojo como una remolacha. Muchos sacaban del fondo de sus mochilas, colgaba en el hombro, frascos con agua para hidratarse, otros la adquirían a vendedores ambulantes que con cavas de icopor, que transportaban en carritos de supermercados, otros por el contrario, las cargaban, recorrían la marcha para hacer su agosto.
El entusiasmo se pintaba en el rostro de la gente que portaba pancartas, vallas, pasacalles y publicidad alusiva a la marcha al iniciar el recorrido sobre la ardiente avenida de la que brotaba un humo hirviente que los chamuscaba. A medida que avanzaban la gente se sumaba. Desde las terrazas de sus casas simpatizantes coreaban el estribillo: ¡Viva la marcha! ¡Viva el presidente Petro!, otros pasaban desapercibidos al observar el recorrido de los marchantes.
Mientras eso acontecía en las calles de Barranquilla y Colombia, ocho senadores cegados e iracundos por el tratamiento desatinado, según algunos, dado por el presidente de la República a la oposición, llegaron, unos detrás del otro, a sus curules en la Comisión VII, a votar la ponencia que días atrás radicaron para hundir el proyecto de reforma laboral presentada por el Gobierno Nacional. Horas antes de haberse radicado, Armando Benedetti, ministro del Interior, dialogó con alguno de los congresistas a fin de que entraran en razón para replantear la discusión sobre los punto con los que no simpatizan. Dijeron que la decisión estaba tomada de votar negativa la ponencia.
Agotado el punto de intervenciones de los senadores el presidente de dicha comisión procedió a la votación para decidir la suerte del proyecto. Los ocho congresistas que radicaron la ponencia mantuvieron la compostura al votar negativo para hundir el proyecto y dar por finalizada la sesión. Enterado el presidente de la suerte del proyecto trono desde la tarima instalada en la Plaza de Bolívar, de espalda a la Alcaldía de Bogotá, para condenar la decisión. Desde entonces, no ha dejado de llover criticas de diferentes sectores contra los ocho congresistas, que decidieron pasarle factura de cobro al mandatario por sus arremetidas displicente con la oposición.
Entre los beneficios del proyecto hundido rescatamos algunos importantes beneficios a los asalariados que debieron ser considerados por los senadores antes de votar negativamente:
- Contratación de personal. Que sea a término indefinido y no por Orden de Prestación de Servicio —OPS— para de esta manera garantizar estabilidad laboral.
- Practicas o pasantías. Que las empresas donde los estudiantes del SENA las realicen se les garantice un salario mínimo mensual.
- Recargos adicionales. Que sea a partir de las 7:00 pm a 6:00 am y no a las 9:00 pm como se realiza en la actualidad.
- Recargos domingo y festivo. Que sean del 100% y no del 75% como se realiza actualmente.
Hundida una de las reformas banderas del Gobierno Nacional le permite al jefe de Estado acudir a uno de los mecanismos ciudadanos incorporado en el artículo 103 de la Constitución Nacional, reglamentado por la ley 134 de 1994 para que sea el constituyente primario quien decida la suerte del proyecto.
El presidente lo dijo una y otra vez: la consulta popular es el mecanismo que lo seduce para volcarse a la calle a impulsar sus proyectos moribundos en el Congreso de la República que para la oposición son muertos insepultos. La misma suerte le espera a la reforma a la salud que batalla por mantenerse con vida y una vez ingrese a estudio y discusión en la comisión del Senado le darán la estocada final, al no tener el Gobierno Nacional las mayorías. Los jefes políticos asoman las orejas desde el balcón para enviar el mensaje a sus bancadas de acatar su voluntad.
Colocada las cartas sobre la mesa y conociendo el Gobierno Nacional sus oponentes empieza una precampaña atípica una vez sea radicado en el Senado de la República el proyecto por medio del cual se convoca una consulta popular. Será la corporación que preside el conservador Efraín Cepeda, enconado contradictorio del presidente Petro, quien lidere la discusión y aprobación del proyecto, que de no obtener los voto requeridos corre el riesgo de naufragar. Es la primera carrera de cien metros con vallas que debe superar la iniciativa para que se convoque a elecciones. Se estima que el trámite del proyecto tardara aproximadamente seis meses.
El camino que escoja el jefe de Estado para sacar adelante sus iniciativas por ley deben hacer su tránsito por el Congreso de la República, el cual se ha convertido su peor dolor de cabeza al no comulgar con sus practicas clientelistas, de ahí la suerte en que han terminado sus iniciativas.
Una vez el Gobierno Nacional radique el proyecto de ley por medio del cual se convoca una consulta popular podemos decir que se inicia una de las batallas electorales más reñidas de los últimos años, no entre la derecha-derecha, sino entre esta y los movimientos alternativos por el poder de la Casa de Nariño. De realizarse esta elección, antes que termine el año, las diferentes fuerzas políticas medirán su poderío electoral: unas agitando el SI y otras el NO. El que gane el pulso será la que ponga las condiciones en las elecciones de 2026. Es lo que está por verse.