¿Comienzo de la era del petrismo?  

Gustavo Petro gana las elecciones y será el primer presidente de izquierda de Colombia. Foto: @petrogustavo

POR CARLOS HERRERA DELGÁNS

El cielo se había encapotado. La autoridad de Hidrología y Meteorología pronóstico lluvias durante el día y parte de la noche. Los electores se prepararon para la ocasión. Mujeres y hombres salieron de sus casas con paraguas de piel de murciélago en mano e impermeables brillantes de colores llamativos, para protegerse de la lluvia y ejercer de esta manera el voto.

Era el día que esperaban ansiosamente. Querían acompañar a su candidato en el momento más decisivo de la campaña: elegirlo presidente de la República. Cargo donde se juegan los más grandes intereses económicos por la cantidad de dinero que fluye en la campaña y los poderosos apoyos electorales. Industriales, empresarios, comerciantes, contratistas del Estado, políticos de profesión y de oficio etcétera, apuestan para posteriormente disfrutar de las mieles del poder una vez es electo. Es la mecánica de la política electoral en Colombia y a nivel universal, en el que el mandatario gobierna con aquellos que lo apoyaron y financiaron. No hay reparo alguno al tema.

San Pedro abrió la llave. A pesar de la lluvia los puestos de votación estuvieron abarrotados de electores ejerciendo el derecho al voto. Una tarjeta electoral con dos candidatos presidenciales y sus fórmulas vicepresidenciales con las fotografías impresas, era lo único que había que marcar. Al lado, en una casilla en solitario, el caballero de blanco el cual no tenía, en esta segunda vuelta, ninguna opción de ganar, puesto que era más una figura simbólica que una alternativa de decisión.

Desde que arrancó la segunda vuelta presidencial, 30 de mayo, mostró lo tóxica y bulliciosa que sería. Dos candidatos, uno de ideología de izquierda y otro de derecha, arrancaron con la expectativa de ser elegido presidente de Colombia. En la primera vuelta, el primero obtuvo 8.527.768 de votos y el segundo 5.953.209 sufragios, lo cual dimensionaba lo reñido que sería la contienda. Sin embargo, la tercera, cuarta y quinta votación estaban servidas para ser seducirlas por cualquiera de los candidatos.

Exactamente 6.220.845 votos obtenidos por los tres excandidatos, Federico Gutiérrez, Sergio Fajardo y Enrique Gómez, esperaban adherir a cualquiera de las dos campañas. Dos de derecha y uno de centro, esperaban tomar una decisión en el menor tiempo posible.

Como era de suponer, ‘Fico’ Gutiérrez y Enrique Gómez, se deslizaron a la aspiración de Rodolfo Hernández, mientras que Sergio Fajardo decidió por el voto en Blanco. Decisiones que fortalecieron la aspiración del ingeniero dándole mayor músculo electoral para disputar la primera magistratura del Estado, a pesar de la diferencia de 2 millones 500 mil votos que llevaba el candidato Gustavo Petro.

Además de eso, el candidato de izquierda afrontó un problema más grave, contrarrestar el enconado antipetrismo, el furibundo uribismo y el fenómeno del voto indeciso. Tres factores que de alguna manera se inclinaban hacia el candidato Hernández, que sin mayor esfuerzo alguno recibía los apoyos sin buscarlos.

Los partidos tradicionales, Centro Democrático, Liberal, Cambio Radical, Conservador y la U, se arrimaron al ingeniero, en la penumbra, poquito a poquito. Con paso de felino uno a uno fue arropando al viejo, que negó en todo momento dichos apoyos. En la praxis estaba más que evidenciado dichos respaldos, puesto que por ningún motivo apoyarían al candidato de la izquierda. Por temperamento y por ego.

Detrás de la cortina los partidos tradicionales estaban con Hernández. De haberle alzado el brazo como su candidato oficial lo habrían chamuscado, como lo hicieron con Federico Gutiérrez, que en plena campaña reconoció dichos apoyos, lo cual fue el peor error cometido por lo desprestigiados y desgastados que están. Las campañas contrarias se despacharon con semejante papaya.

En esta ocasión, a perro macho lo capan una sola vez, decidieron distanciarse para no repetir el mismo error. Caso de Germán Vargas, César Gaviria, Álvaro Uribe y Andrés Pastrana, que decidieron no oficializar públicamente el apoyo al ingeniero. Silencio de cementerio. Pareciera que se hubiesen puesto de acuerdo, por lo alejado que estuvieron de la campaña de Hernández. Pero en realidad no fue así. Siempre estuvieron comandando las tropas a favor del exalcalde de Bucaramanga.

La mayoría de las firmas encuestadora daban un empate técnico entre los candidatos, por lo reñido de la contienda. La derecha no estaba dispuesta a ceder el poder a un candidato de izquierda, y la izquierda mentalizada de querer arrebatarle el poder a la derecha para transformar la vida de la sociedad colombiana, partiendo del abandono en el que se encuentran los sectores populares, que entre más pobres y miserables mucho mejor para los compradores de votos. Son la gallinita de los huevos de oro.

Es la política de los gobiernos de derecha, no resolver la desgracia de los estratos 1,2 y 3, que sobreviven en la miseria, la pobreza y la desigualdad. Mientras la derecha esté en el poder esa realidad jamás cambiará. Los mantendrán ilusionados con la limosna que les entrega el gobierno de turno.

Sistema salvaje que cualquier grito de independencia, que ponga en riesgo su permanencia en el poder, lo sofocan con sus prácticas corruptas y perversas, al punto de eliminar a su contradictor si ven en riesgo sus intereses.

La pelea estaba casada. La alerta de un fraude electoral prendió las alarmas en la ciudadanía que tomó partido en el proceso de cuidar los votos como el más preciados de los tesoros. El esquema de seguridad del candidato de izquierda daba cuenta del peligro que corría este, de un posible atentado contra su vida. Ya lo había hecho con los aspirantes presidenciales Jorge Eliecer Gaitán, Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro. Y lo volverían hacer, con el fin de atajar cualquier amenaza al statu quo.

Son las mafias politiqueras de este país a las que enfrenta el candidato de izquierda, hueso duro de roer. Mientras que Rodolfo Hernández, no era más que el medio para mantenerlos.

Cerradas las urnas, la Registraduría Nacional del Estado Civil, informadas el 100 por ciento de las mesas instaladas, daba los resultados de la jornada electoral en la que daba oficialmente como ganador al candidato de la izquierda democrática Gustavo Petro, con 11.281.013 votos y Rodolfo Hernández, con 10.580,412 sufragios. Dos votaciones históricas para una elección historia.

Recibe el presidente electo un país dividido y fraccionado. Uno que votó por él y el otro en contra de él, para lo cual deberá, a partir del 7 de agosto, gobernar para las dos, para de esa manera superar el sectarismo, los odios, las divisiones, las rivalidades enfermas etcétera. Pero más bien gobernar para los miles de colombianos desamparados, los desempleados, los trabajadores informales, mejoras el sistema de salud para que este no sea un jugoso negocio de unos cuantos, sino donde se salven vida humanas oportunamente, recuperar la seguridad ciudadana para que esta sea preventiva y no correctiva, que la justicia no sea tan efectiva con los ‘rateritos’ de bolsos o celulares sino contundente con los que se roban los dineros de la salud, alimentación y educación de los niños y desprender de las garras del microtráfico a los jóvenes de los estratos populares que son reclutados por estas mafias que se aprovechan del grado de miseria e ignorancia. En fin, todo está por hacer, en un país saqueado por una clase politiquera indolente y egoísta. Apelando al refrán popular el cual dice: “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”.

Se inicia a partir del 7 de agosto la era del petrismo. Desde esta columna le deseamos al nuevo presidente de los colombianos la mayor de las suertes, en el entendido de que honre con su palabra las promesas de campaña, para de esa manera reconstruir el país de abajo hacia arriba.

[email protected]